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La inteligencia es una ballena triste


Proporciones de nada, vacío con miembros de esfera
indiferente.

Postura de las ballenas tristes nadando,
sumergiendo razones a kilómetros de profundidad
para luego expulsarlas a grandes chorros por la brecha
de su lomo cetáceo,
como si aplicar presión al pensamiento sirviera de algo.

Recorrer enormes distancias lentamente, exponiendo
nuestra exacta posición que flota en mitad del océano
con voz melancólica.
No hay motivos para emprender el largo viaje:
arriba, las gaviotas juegan a líneas y caprichos
sobre el cielo,
las olas golpean con hermosa monotonía
y las nubes no tienen intención y permanecen quietas
y blancas, simplemente, perfeccionando su curva,
su quietud en movimiento.

No hay motivos para recorrer enormes distancias
sin saber qué se encontrará finalmente,
probablemente sea el placer de la ruta,
desplazarse a coletazos firmes
y suaves, a inmensas brazadas del pensamiento.

Rumbo a la proporción de nada, a un nudo de lágrimas
que ya deshicimos desde los tiempos de infancia
cuando, también sin motivo, dimos el primer gran salto
sobre las aguas y sonreimos.